La hora de dormir es la que más anhelo, pues mi mujer tras un arduo día de labor llega a casa yo la recibo y de a poco va quitándose esa cáscara dura que se pone cuando va salir a trabajar. Primero la intercepto con un beso, con eso la expresión parsimoniosa y lánguida que lleva se diluye en una sonrisa dulce y juguetona , luego llega al baño desprendiéndose de esos altos pedestales como si fuesen dos simples palafitos que la alzan fuera de mi mirada, continua con el traje de dos piezas que se desmigaja sobre las baldosas como un simple envoltorio que descubre lo más preciado en su interior , ante mis ojos su hermoso cuerpo liberando sus curvas constreñidas que caen con coqueta gracia … aun que yo se que ella las detesta y pasa horas trotando para esquivarlas, lo cierto es que a mi me fascinan ,continua su transformación de crisálida a mariposa cuando de su perfume de marca ya no queda nada dando paso a su real aroma que yo siempre asimile como a naranja y canela , es algo indescriptible, después cae su antifaz ejecutivo tras montañas de algodón y horas de refriegue aparecen sus pequeñas pecas traviesas y su lunar que ella odia , pero que nunca se sacaría por que le dedique unas cuantas canciones y mordí con locura la primera vez que la besé por que lo confundí con un chip de chocolate.
Así aparece esa esencia femenina que se oculta cada vez que sale al agreste mundo exterior en busca de un lugar, el lugar que se merece. Si me preguntan yo prefiero a mi mujer sin su disfraz, la prefiero tal como es , por eso mi momento predilecto del día es cuando la veo aparecer tras los vapores del baño retornando a mi , serena y nos dormimos placidos en un mundo donde no existen mascaras , donde pueden caminar a su antojo desnudas nuestras almas .
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