viernes, 29 de abril de 2011

Sr. Gonzáles



La hora de dormir es la que más anhelo, pues mi mujer tras  un arduo día de labor  llega a casa yo la recibo  y de a poco  va quitándose  esa  cáscara dura que se pone cuando va salir a trabajar. Primero  la intercepto con un beso, con eso  la expresión  parsimoniosa  y lánguida  que lleva se diluye en una sonrisa dulce  y juguetona , luego llega al baño desprendiéndose  de  esos altos pedestales como si fuesen dos simples palafitos que la  alzan  fuera de mi mirada, continua con el traje  de dos piezas que se desmigaja  sobre las baldosas como un simple envoltorio que descubre  lo más preciado en su interior , ante mis ojos  su hermoso cuerpo  liberando  sus curvas constreñidas que caen con coqueta gracia … aun que  yo se que ella las detesta y pasa horas trotando para esquivarlas, lo cierto es que a mi me fascinan ,continua su transformación de crisálida a mariposa cuando de su perfume de marca ya no queda nada  dando paso a su real aroma que yo siempre asimile como a naranja y canela , es algo indescriptible, después cae su antifaz  ejecutivo  tras montañas de algodón  y horas de refriegue aparecen  sus pequeñas pecas traviesas y su lunar  que ella odia , pero que nunca se sacaría  por que le dedique unas cuantas canciones y mordí con locura la primera vez que la besé por que lo confundí con un chip de chocolate.
Así aparece esa esencia femenina  que se oculta cada vez que sale al agreste mundo exterior  en busca de un lugar,  el lugar que se merece. Si me preguntan  yo prefiero a mi mujer sin  su disfraz, la prefiero tal como es , por eso mi momento predilecto del día  es cuando la veo aparecer tras los vapores del baño retornando a mi , serena  y nos dormimos  placidos en un mundo donde no existen mascaras , donde pueden caminar  a  su antojo  desnudas nuestras almas .

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